Los grupos de WhatsApp son lugares escogidos últimamente para enviar mensajes con matices políticos, ajenos a la finalidad del grupo, convirtiendo este sistema como la forma más ruin de hacer política. No por lo que se publica, que también, sino por lo que provoca.
Si el grupo se denomina «Los amarillos» y todos sus integrantes son amarillos, pues es lógico que se hable sobre el color amarillo y que no se le tenga mucha estima al resto de colores, y que así se trasmita en los comentarios que se publiquen. Ahora bien, si se está en ese grupo por ser amarillo y nada más, y se empieza a hablar de texturas, en vez de colores, ya es posible que no lo estemos haciendo bien. No podemos hablar de los «rugosos» con carácter despreciativo, insultativo o con información falsa, ya que no es el lugar, no es justo.
Estoy hablando de esos grupos creados con un fin general, por aglutinar a una determinada comunidad con unos intereses comunes, como medio eficaz de comunicación a la hora de organizar algo o de informar sobre cualquier tema común. No estoy hablando de esos grupos cerrados de amigos. No estoy hablando de amigos.
Buscando la crispación, la duda, la exaltación, con una sola frase, sin opción de respuesta, de aclaración, con total indefensión. Eso es hacer política rastrera, así no se busca mejorar, así solo se busca el enfrentamiento, ya no solo político, que se podría comprender, sino también personal. Y eso sí es imperdonable.
Y hablo en general, nada concreto, que nadie tenga el protagonismo de sentirse aludido. En definitiva, decir lo que uno piensa no va a hacer cambiar nada, solo es pensar en voz alta y provocar, seguramente, más de lo mismo.